A veces me aburro. Me aburro tanto que deseo que en ese mismo instante azote un terremoto de grado 12 en la escala de Richter, algo que me despierte de este letargo existencial. Pero tiene que ser un terremoto que empiece lento, que me deje disfrutarlo; luego sube a grado 9 y la tierra bajo mis pies se empieza a deshacer hasta llegar a grado 12, cuando el planeta entero se parte en dos. No entiendo si mi condición humana es en realidad una broma, un destino fatídico en el cual el tiempo se burla de mi alma por medio del aburrimiento.
A veces deseo compañía. Gente que guste de expandirse, gente que piense sin sentimientos, gente que viva integralmente, gente que sea justa y correcta, gente que se contradiga, gente que ame sin necesidad de condiciones, gente que crea en Dios sin necesidad de religiones, gente que entienda que su vida vale más que un trabajo, una casa o un par de zapatos, gente que entienda que soy un simple ser humano, gente que no tenga nada que demostrarle a nadie porque saben lo que son. Gente que sepa que son hechos con polvo de estrellas.
A veces quisiera seguir soñando. A los pecadores todo el mundo los perdona, pero a los soñadores nadie, nunca, les otorga el perdón. Deseo ser como aquellos que viven de sus sueños, aunque esa es la forma más dura de vivir porque un sueño es solo eso y cumplirlo a veces duele, a veces hiere, a veces desgasta y casi siempre mata. Sin embargo, estos soñadores, son las personas que yo más he admirado en la vida, aunque el mundo entero les rechace por su falta de realismo.
A veces quiero amar. Pero luego recuerdo todo lo cruel que es el ser humano y me cuestiono si amar al ser humano es válido, pues ese amor puede continuar con esta raza de seres irracionales que hacen y deshacen sin pensar en consecuencias, sin pensar en pasado, sin pensar en futuro; a veces quiero amar pero no se si hacerlo. Solo se que no quiero odiar.
¿Quién soy?