jueves, 20 de noviembre de 2008

Saber a dónde apunta el dedo

La vida va rápido, a veces nos cuesta distinguirnos a nosotros mismos del ambiente.

Por lo general estoy cansado los jueves, es una larga historia. Pero hoy venía caminando después de la oficina pensando en miles de cosas, y recordé una lección de esas valiosas que la vida me ha dado: saber a dónde apunta el dedo.

Resulta que el ser humano es un animal simpático, nunca entiende hasta dónde el ambiente le afecta o hasta qué punto es su propia humanidad la que hace las cosas, me explico:

Escenario 1, todo nos sale mal y nos culpamos a nosotros mismos.
Cuando algo sale mal, en particular si es repetidamente, el humano tiende a culparse a sí mismo. Por ejemplo: resulta que Juancito no pudo abrir una puerta, y todo el mundo sabe que abrir una puerta es trivial, por lo tanto Juancito cree que el problema es él. Otro caso: Andreíta nunca ha podido transferir una llamada en su teléfono de la oficina, pero como ella ve que sus compañeros transfieren llamadas fácilmente cree que es una operación tan sencilla que en verdad le da vergüenza preguntar.

Pero vean, lo que sucede es que Juancito está acostumbrado a puertas que gira la manilla y o se empujan o se halan pero nunca ha abierto una que se gire la manilla y se empotre en la pared mediante un empujon de lado. O el teléfono de Andreíta que tiene tantos botones y con un mapeo conceptual tan antinatural que no sabe ni por dónde empezar a llorar. Nos echamos las culpas cuando el problema es el ambiente.

Escenario 2, todo les sale mal y los culpamos a ellos.
Cuando a alguien, sobre todo alguien que no conocemos, le sale todo mal, de forma natural culpamos a la propia persona porque evidentemente fue su ineptitud la causante de todos los males. Como aquel compañero de la oficina que echó a perder la fotocopiadora, por supuesto que fue su culpa porque cometió errores en el cambio de toner.

Lo que nadie piensa a la primera es que cambiar el toner de la fotocopiadora es una operación que perfectamente puede ser compleja por el mal diseño del aparato, inclusive comparable a cambiar el riel de la película en un proyector antiguo. Les echamos las culpas cuando el problema es el ambiente.

Escenario 3, todo nos sale bien y lo vemos natural o nos creemos afortunados.
Cuando las cosas salen como queremos o mejor de lo que creíamos, la tendencia que tenemos es agradecerle a la buena fortuna. Somos afortunados porque salimos rápido del banco, o somos afortunados porque sacamos buena nota en el examen.

Y es que en realidad por lo general cuando algo sale bien es porque tuvimos suficiente habilidad y no caímos en trampas mentales, en otras palabras, calculamos bien los riesgos y evaluamos bien las acciones antes de ejecutarlas. Le damos crédito al ambiente cuando en realidad fue nuestro.

Escenario 4, todo les sale bien y le damos el crédito al ambiente.
Cuando vemos que a terceras personas les salen bien las cosas, el instinto indica que la persona fue beneficiada por el ambiente. Por ejemplo, si el jefe felicita a la compañera, es una de miles de razones, entre esas: el jefe no se enteró de las cosas malas, o estaba en el lugar indicado en el momento indicado para robarse el crédito, o le gusta al jefe.

Pero rara vez tenemos la humildad real para aceptar que los aciertos de los demás pueden fácilmente deberse a sus propios méritos, de la misma forma que nuestos aciertos son producto de nuestro propio bien actuar. Le damos crédito al ambiente cuando en realidad fue de ellos.

¿Y todo esto qué?
Dentro de mi día a día solo hay una constante: estoy alerta de la gente a mi alrededor. Estoy alerta de como están, de quienes son, de cómo se sienten. Soy sensible a lo que les ocurre y les deseo lo mejor, sean conocidos o desconocidos. Cada acción de ellos tiene consecuencias y hay que tener el amor y la delicadeza de hacer notar cuando el dedo está apuntando a la causa incorrecta, ya sea porque se están echando las culpas de algo que no es su culpa o porque no se están dando el crédito merecido.

¿Qué espero a cambio? Nada. Solamente me queda la satisfacción de entender lo que ocurre, y de tener la claridad conceptual para distinguir blanco de negro, norte de sur, y de paso ayudarle a la gente que me rodea a comprender su propia psicología. Eso no significa que no me agrade cuando alguien me ayuda en un momento de confisión, o cuando alguien de corazón me dicta dónde está mi defecto para así poder crecer. Son esas acciones las que yo más agradezco, y gusto dar un gesto claro de agradecimiento.

Hay dos cosas que siempre hay que tener a vista: la gente y tarjetas de agradecimiento porque no hay detalle más lindo que saber que alguien te agradece tu sensibilidad.

Hoy fue uno de esos días que deseaba alguien me ayudara a encontrar dónde apunta el dedo.

***

Bonus!!!
John Mayer - In Repair (live @ Webster Hall, NY)

When you're a kid
and you get a tennis ball to the nuts...
it's one of the worst feelings in the world...
but let me tell you
there's no better feeling
than when it stops hurting :)

1 comentario:

roche dijo...

Como dice la canción: Yo le echo muchas ganas pero ... Nada me sale bien!