jueves, 4 de febrero de 2010

Esperando a que lleguen los pianos



Sueño que hay un destino escondido; me agrada el rumbo de esta historia que se desenvuelve a mi alrededor, el rumbo de este sueño. Es un sueño bastante real debo admitir, pero lleva muchas noches en mi mente. Como todo en mi vida, es muy musical. Melódico. Pero no deja de ser un laberinto, con muchas puertas falsas y ganchos mortales.

De pronto en mi sueño aparece un rostro hermoso acompañado de muchos silencios en la melodía, silencios que hacen cada vez mejores y más perfectos los compases y cambios que se vienen dando. Que lindo, me doy cuenta que entre el mar de incertidumbre ese rostro me hace ser una mejor persona, a punta de sonrisas; sencillamente saca lo más dulce que hay en mí. Trato de descubrir si es que de verdad hay algo en mí que me hace dulce, o si es solo una sensación de temporada. Pero no puedo evitar observarme reflexivamente y ver que tengo un corazón de almíbar, hasta parece un postre. Siempre he sido así.

Me siento pop. No sé, sigo perdido en el laberinto, pero curiosamente no me importa. Nadie dijo que tuviera prisa en salir, menos cuando el camino está tan lleno de sorpresas. Hoy puede ser un rostro hermoso, que mañana no se si seguirá estando ahí, pero luego puede venir un espejo, o una corchea, o un simple verso rayado en una pared. Algunas personas nunca obtienen lo que quieren, pobrecitos. Aquí me estoy dando la vida completa, llena de recuerdos, de fotografías, de abrazos (¡muchos!) de voces que le cantan al amor y a la vida. Admito que extraño algunos rostros que no regresarán, algunos lugares que quedaron en mi corazón, pero el sueño continúa y siempre tendré pedacitos de todas esas memorias conmigo.

¿Cuándo despertaré? No hay un camino correcto ni uno incorrecto para salir del laberinto, solo sé que debo seguir siendo yo mismo. Eventualmente los pianos tocarán algo liviano, alegre, pop. No sé, algo melodioso, que antoje a comerse un corazón de almíbar.

***

Come on, come on, put your hands into the fire.

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