martes, 29 de septiembre de 2009

Peregrino de piedra


Pues al no haber terminado su recorrido y aun tener tiempo para hacerlo, pensó, lo mejor sería sentarse a recapacitar y observar lo andado ya que es necesario a esta altura y bajo este sol. De chico le habían dicho que uno siempre llega a dónde se dirige, lo tenía muy presente desde que salió de su casa y dio el primer paso.

Pensó en su primera caída, en la que conoció la perla del pacífico. Recordó aquellos momentos de felicidad al verla brillar, también recordó lo pesado que fue cargarla, y lo difícil que fue soltarla para poder continuar.

Recordó a la más importante de las piedras preciosas que haya conocido, el zafiro amarillo de las pampas, joya tan preciosa que venía incrustada en una corona para sí, que no se sabe si a propósito o por casualidad, calzó en su cabeza a la perfección. No pudo evitar una lágrima al recordar cómo arrancó el zafiro de la corona, y así perdió tanto la joya como la piedra. Esta fue, quizá, su más profunda pérdida en la vida.

Y cómo no pensar en los errores cometidos solamente el día anterior, al dejar ir al diamante de la montaña. Claro está, se pudo convencer a sí mismo que el diamante seguía siendo una carga y su brillo insuficiente. Se convenció que el diamante estaría en mejores manos si lo dejaba donde lo encontró (mas nunca en las mimas condiciones).

Se sentó y pensó que toda experiencia es buena, pero su camino no va hacia una mina de piedras preciosas. Él mismo no quiere que sea así. Al retomar su camino sintió una piedrita en su pantalón, la misma que venía con él desde el principio del recorrido. Simple piedra de minerales, oscura y sin mayor brillo, pero fiel y con mayor valor que todas las anteriores, pensó en sus adentros.

Era tarde ya, empezaba a oscurecer. Esta tarde, sin embargo, fue diferente. Entendió que siempre tuvo junto a él lo que andaba buscando en tierras lejanas.

Entendió que la piedra también tiene corazón.

***

De tripas corazón.

Ahondando en el mar de los recuerdos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Sonreir



Hay momentos donde puedo aprender más de lo que quiero, más de lo que espero.
Puedo aprender que ir al baño no se limita a hacer el número 1 o número 2, sino también el 3, el 4 y el 5.
Puedo aprender que la dulzura cautiva hasta la catarata más áspera.
Puedo aprender que no hay límites, ni fronteras, ni vacíos entre las almas.

Yo empezaré de nuevo, como si fuera año nuevo, bajo el cielo rojo.

***
Me gustas tú.

Con la mente fresca.