sábado, 30 de junio de 2007

Absent-minded professor


"Absent-minded professor," un arquetipo sumamente arraigado en mi querido pueblo estadounidense, que aun no encuentro como traducirlo al español de Costa Rica. Ejemplos de estos hay muchos, mientras estuve en el Tec (ITCR) me topé por lo menos a 2. Creo que había otros más ahí mismo en el departamento de computación, pero nunca fueron mis profesores. He de anunciar que este término no lo estoy usando como ofensa sino más bien (en mi caso) como admiración a sus personalidades.

El primero de mis profesores era un tipo amable, cortés, de buena apariencia, sumamente educado y letrado. Su nombre no es de importancia para esta lectura pero los que pasaron por compu en el Tec lo recordarán por sus corbatines y tirantes. Recuerdo que teníamos ya más de medio semestre andado y alarmantemente no habíamos tenido ni una sola tarea, menos aun un examen. Agudizando el problema, el curso era de circuitos digitales y programación de bajo nivel, pero el profesor solamente nos había hablado de premios nobel, sistemas numerales mesoamericanos, historia del Kanji japonés, paradojas de jardineros, teoría de la relatividad general (obviamente haciendo énfasis en sus implicaciones gravitacionales y geométricas), críticas a James Burke (por omitir detalles cruciales de la historia de Niels Bohr) y aun así le dio tiempo de cantarnos un hermoso soneto en Alemán. Pueden ver el problema: no habíamos visto mucho de circuitos digitales ni programación de bajo nivel.

Bastaba nada más que me preocupara un poquito por esta falta de exámenes y tareas para que al profesor se le ocurriera la primera tarea: "Diseñen un submarino. Debe ser capaz de sumergirse, subir, avanzar hacia adelante, controlar el sonar y daré puntos extra por cualquier otra característica relevante". Mi problema no era con el profesor, sino con el enunciado: no entendía si quería una maqueta, un dibujo, un programa de computadora, un tablero de circuitos que emularan el submarino o en última instancia un submarino real. Para esa altura del semestre, ya me había aliado con un compañero, por cierto una de las personas más brillantes que conozco. Como compartíamos varios cursos, la idea era repartirnos las tareas: unas las hacía yo y las otras él (práctica común en el Tec de aquel entonces). Esto me era sumamente conveniente porque yo cursaba otra carrera en Cenfotec. La tarea nunca llegó ni siquiera a nacer y ambos tuvimos un cero por nota.

Yo llegaba a las clases a las 7:30 AM y me dormía por lo cansado de llevar 2 carreras. Recuerdo una vez que el profesor iba a entrar en materia y como preámbulo dijo que veríamos la transición más importante de la computación en esa lección. Estábamos haciendo el diagrama de un circuito y me dormí en el cuaderno, cuando desperté el profesor decía: "y es aquí, donde el hardware deja de serlo y nace el software; simplemente maravilloso". Jalé aire con la boca para sostener las babas que se me salían de la dormida, y me sentí tan mal como no se pueden imaginar porque sentí que ese era un pedazo crucial de conocimiento que ahora no tendría.

Para el final del semestre había nacido el absent-minded student: yo. Sobra decir que perdí el curso y lo tuve que llevar después con un profesor aburrido. Es más, no era aburrido, era inhumano, agresor pasivo y tenía problemas sexuales muy serios que aun hoy en día me causan pesadillas. Pero ese es otro tema.

He de admitir que este primer absent-minded professor dejó una gran huella en mí: había algo en él que era agradable a pesar de ser absent-minded. Es más, diría que es admiración. Ese entonado acento alemán, sus ideas de numeración en base pi, su pasión por la poesía japonesa en kanji, su agilidad para explicar relatividad general a grotescos neófitos de 17 años, su pasado como fisicoculturista (no es broma), su memoria fotográfica y en general su aura de paz interior lo han hecho un modelo a seguir en mi dogma interno. Es un arquetipo difícil de no notar.

Mi segundo absent-minded professor llegó con el curso más interesante que he llevado en la vida. Fue idea de él el abrir este curso en la maestría en computación del Tec, pero me dejó matricularlo como electiva de bachillerato. El curso era de Principios de Computación Cuántica. Eramos seis estudiantes (tres de bachillerato más tres de maestría) y en retrospectiva ninguno estaba a la altura del reto. Dos de mis compañeros eran profesores de matemática en el Tec, ya sazonados y obviamente con mucho mejor agarre de álgebra lineal que yo.

Vimos diversos objetos como hiperesferas y brakets (bras y kets, para los versados en el tema). También estudiamos espacios de Hilbert, bases canónicas, códigos de detección de error cuánticos, transformadas rápidas de Fourier, algoritmo de Shor, qubits y otro chorro de cosas que ya olvidé. Para comprender espacios de Hilbert es necesario un entendimiento moderado de álgebra lineal, con lo cual los que no eramos profesores de matemática nos encontrábamos en tremenda desventaja. En una oportunidad el profesor nos dejó un examen para hacer desde la casa: seis preguntas y una semana de tiempo. Prácticamente todo el examen eran demostraciones matemáticas y yo hice el esfuerzo por responder a las seis preguntas, aunque tres de ellas no supe ni por donde empezar. Para mi consuelo, ni siquiera los profesores de matemática habían hecho esas tres preguntas y fue el profesor de computación cuántica quien impartió cátedra de demostraciones formales en espacios de Hilbert e hiperesferas de más de nueve dimensiones. Si todo esto les suena como un poco de palabras sin sentido, créanme que yo solo las repito y estoy igual de perdido que ustedes.

Recuerdo notas muy divertidas como "si construimos una computadora cuántica excluyente de entropía, ésta podría ejecutar algoritmos en cualquier dirección del tiempo lo que nos permitiría traer información del futuro". Hoy en día esto es verdad y es mentira dependiendo de quién les cuente el cuento (porque es cuántico - qué cómico) pero claramente éstas ideas formaron quien soy hoy día. Este profesor marcó huella en mí.

Ambos profesores comparten una característica conmigo: el Síndrome de Asperger. No estoy diciendo que ellos dijeran que lo tenían, sino que es mi opinión personal. Lo deduzco por su comportamiento, sus gustos, sus mentes y obviamente por ser absent-minded professors. Yo soy un Asperger y entiendo a la perfección algunos de los estigmas que vienen con esta bendición: que lo cuente mi familia o mis intentos de novias, la relación con la gente se torna un campo minado y constantemente majo las minas, todo por el placer de sumergirme en lo más profundo de mi ser y experimentar esa sensación de total aislamiento, total soledad que tanta claridad trae a mi pensamiento.

Investigando un poco acerca de este arquetipo, me doy cuenta de que hay historias legendarias como la de Andre-Marie Ampere: en las calles de París confundió el lado de un camión repartidor por pizarra, empezó a hacer un cálculo en él, caminó y luego corrió junto a él cuando el camioncito avanzó para poder continuar su trabajo. También, entre la tarde y la noche olvidó una cita para una cena que el mismo emperador Napoleón le había entregado. Esto es de todos los días para algunos profesores y compañeros míos y no me excluyo en cierto grado. Sin embargo, qué interesante se hace la vida con estos personajes.

viernes, 22 de junio de 2007

Ticos en el espacioooooooo


Como buen costarricense de la generación de los videojuegos, los viajes del transbordador espacial, el Internet, y los trabajos moderadamente bien pagados en suelo tico, siempre he admirado al Dr. Franklin Chang Díaz. ¿Quién no lo haría? podrían estarse preguntando.

Es que probablemente la palabra admiración no calza completamente bien. No es solo admiración, sino también un cierto orgullo y la esperanza de verlo triunfar en sus proyectos liberianos (me refiero a Ad Astra Rocket Co.). Como dice bloggero Julio Córdoba, y yo concuerdo con su afirmación, en el trópico se ve con malos ojos al que logra triunfar y convertir en realidad cualquier cosa que no sea absolutamente evidente que se puede hacer. En Costa Rica las siguientes cosas son imposibles (sin orden especial):
1. Eliminar la piratería y hacer no factible el comprar un juego en el Mall San Pedro a USD$2.
2. Manejar amablemente en San José.
3. Recibir buena atención en la Caja Costarricense de Seguro Social, y que te operen antes de que te mate tu enfermedad.
4. Eliminar el realismo mágico de la campaña anti-TLC.
5. Crear tecnología espacial.
6. Muchas otras, creo que ya entendieron la idea.

Bueno, resulta que Ad Astra Rocket pretende concluir el prototipo de VASIMR para finales de 2007 (el VX-200), efectuar pruebas, continuar con el desarrollo y probablemente hacer la primer salida al espacio al final del 2010 (con el VF-200-1). Según escuché, esto sería con miras a proveer un servicio de transporte de carga y personal entre la Tierra y la Luna para el 2015 o sus alrededores. Simplemente sorprendente.

El mayor cliente proyectado de este servicio pareciera ser la NASA, que planea establecer una base lunar permanente para más o menos el 2015, o por ahí porque planes tan ambiciosos siempre suelen tener retrasos. Eventualmente, el VASIMR se utilizaría para llevar gente o robots a Marte.

Aquí empieza mi especulación: ¿acaso estaremos viendo el nacimiento de una nueva posibilidad, la de ver Costarricenses piloteando naves de cargo a la Luna de ida y vuelta? Dejenme soñar un poco. Cada vez que discuto con mis amigos acerca del futuro de Costa Rica me queda claro que cada uno tiene un diferente granito que aportar y el mio es el tecnológico. Soy programador de profesión, trabajo para una empresa de tecnología y tengo contacto con gente de tres continentes. Manejo muy bien aspectos de la tecnología de la información, y tengo curiosidad por otras ramas como la robótica y la electrónica en general.

Ante un panorama con estas variables: mi perfil, mi entorno, el desarrollo actual del país, la cada vez mayor inversión extranjera, la alta capacidad de compartir información que tenemos y las (aveces demasiado) amplias libertades con las que contamos, solo tengo un pensamiento en mi mente: voy a intentar crear tecnología que aporte a la aceleración del desarrollo aeroespacial en la región. El poder aliarme o no con Ad Astra Rocket es una incógnita difícil de resolver, pero no es un argumento que me vaya a detener. Costa Rica tiene todas las piezas en movimiento y creo que con un esfuerzo será posible ver una industria desarrollarse con miras a la competencia a escala global.

Como dije, admiro a Franklin Chang Díaz. En una época en la cual son casi inexistentes los que veneran a Juan Santamaría, un nuevo héroe puede estar surgiendo. Y lo mejor de todo: en el momento indicado.

viernes, 8 de junio de 2007

Salud, dinero y amor


El lunes 28 de Mayo de nuevo me dio el típico dolor. Es como en el estómago, al lado derecho, solo que al hacerse agudo se hace transversal desde el frente del estómago hasta la espalda. Al principio lo confundí con gastritis, y lo pasé por alto.

Sin embargo, el dolor solo siguió creciendo y creciendo. Estaba en la Academia de las Artes Editus cuando me empezó y llegó a ser tan insoportable que tuvieron que llamar una ambulancia de emergencias médicas (la academia está inscrita a ese servicio). El dolor crecía y yo ya no podía ni hablar, solo gritar del dolor.

Unos 15 minutos después llegó la ambulancia, y para mi sorpresa no tenían equipo o medicamento alguno para calmar dolores. Lo primero que hicieron fue montarme en la ambulancia y llevarme al Hospital Calderón Guardia; me montaron en una silla de ruedas mientras que familiares se encargaban de hacerme el papeleo, y procedieron a llevarme a la sala de "emergencias". Delante mío había por lo menos una veintena de personas esperando, algunos en estado igual de crítico que el mío y estoy seguro que otros peor.

Pasaban los minutos y ese servicio de "emergencias" no se movía, entonces llamé a quienes me acompañaban para que me sacaran de ahí y me llevaran a una clínica donde sí me fueran a atender el dolor, pronto. Ya era insoportable. Mi papá me llevó a la Clínica Bíblica, que si bien son unos ladrones por lo menos lograron bajar mi dolor con el uso de medicamentos. La factura al final fue de alrededor de c.112000 (ciento doce mil colones), pero salí de la clínica con un diagnóstico: piedras en la vesícula.

El siguiente día lo usé para descansar en mi casa. Sin embargo, el dolor continuó su escalada el miércoles, y antes de que se hiciera inmanejable, me dirigí al servicio de "emergencias" del Hospital Max Peralta en Cartago. Me registré a las 8:30 am y después de una moderada fila, llamaron a mi nombre y me empezaron a examinar. Mi pusieron medicamentos, me hicieron pruebas de sangre y a eso de las 3 de la tarde me analizó un cirujano quien dio el visto bueno para que me internaran de inmediato en espera de espacio en cirugía. El ciclo de sueros, antibióticos y anti inflamatorios apenas empezaba, aunque iba a estar confinado a la sala de emergencias por un buen rato.

Desde el martes no había comido nada, y me dejaron en ayunas hasta el sábado 2 de Junio cuando finalmente me vistieron para cirugía y pasé por el bisturí (nótese que seguía en emergencias). De la anestesia no recuerdo nada, y mis memorias de esa tarde y noche son casi nulas. Sin embargo me desperté a eso de las 0 horas del domingo 3 de junio con un dolor espantoso. Las enfermeras me suministraban más medicamentos cada cierto tiempo. Cada voltarén la sentía más porque se me aceleraba el ritmo cardíaco, y a veces era tan fuerte que no me dejaba dormir. Por lo menos ya no tenía el dolor de vesícula, ni la vesícula.

Las madrugadas eran interminables. En la sala donde estaba ahora la actividad no paraba, las luces no se apagaban y siempre había alguien a quien atender. Algunos de los que ahí estábamos ya eramos operados, otros estaban en espera de una operación. El mismo domingo el doctor me autorizó comer una dieta líquida, que por desgracia era caldo de pollo y no comí porque soy vegetariano. Solamente me tomé el fresco que me dieron. La misma historia con la comida de la noche. Mi familia intentó conseguir un permiso para estar conmigo en el hospital pero se los negaron porque soy muy joven y supuestamente no necesitaba asistencia.

El lunes 4 de junio me desperté viendo un té de manzanilla a mis pies. Por fin, algo de desayuno. Al rato el doctor autorizó una dieta blanda para mí, así que ese día por fin comí algo: arroz, chayote, ayote y otra verdura cuyo nombre desconozco; eso sí, tenía que pasarle diciendo a todo el mundo que yo era vegetariano, porque siempre me intentaban meter carne en el plato. La misma historia en la noche. Fue en este punto que noté las horas que trabajaban estas enfermeras y hablé con algunas: me contaron que son obligadas a cumplir con horas extras porque sino pierden la plaza. Los jefes de ellas en verdad son unas bestias insensibles.

El martes 5 de junio al fin me dieron la salida. Llegar a mi casa fue de lo mejor. En un estado convaleciente no hay nada como el hogar. En este momento sigo aquí, aun con dolores y puntadas, pero con mucha más tranquilidad. Pasar por un hospital no es bonito por definición, pero de esta experiencia tengo pocas cosas de qué quejarme:
1. Enfermeras obligadas a cumplir horas extras (si no las echan).
  1.1. Todo indica desorganización y falta de coordinación.
2. Mala infraestructura de información.
  2.1. Desconocimiento del estado de otros departamentos (disponibilidad de camas).
  2.2. Insuficiente coordinación de alimentación (para un vegetariano por lo menos).
  2.3. Para que una enfermera me atendiera tenía que pegarle un grito.
3. Nunca supe quien era mi doctor o doctores.
4. Los médicos hacen guardias de 36 horas o no se ni cuanto, verdaderamente inhumano.
  4.1. Otra seña más de la falta de coordinación que tienen.
  4.2. Se les notaba en la cara: desequilibrio de vida al extremo.

También es justo reflexionar en las bondades del seguro social: verdaderamente se ve que hay un esfuerzo en su personal, y que hacen bastante con los pocos recursos que parecen tener. La operación no me costó nada, gracias a que soy asegurado: en la Clínica Bíblica me la cotizaron entre US$3000 y US$4000, verdaderamente un monto a considerar. A muchos tengo que agradecer: María del Mar, Nacho, Jose, Pao, mi familia entera... pero la verdad es que también tengo que agradecerle a la CCSS.

Ahora solo resta recuperarme. Y pagar los 112000 colones de la Bíblica a Credomatic.